Defensas, planeamiento, y gerencia
de la inundación
Desde el comienzo del Neolítico,
cuando comenzó la sedentarización y, por tanto, ocupación de zonas
llanas costeras o en los valles fluviales, el hombre se ha encontrado
con el reto de hacer frente a las inundaciones. En Egipto
y Mesopotamia
ya se construyeron importantes defensas fluviales como diques,
canales para desviar las aguas y mejora de los cauces en los entornos
urbanos. Las obras hidráulicas se desarrollaron también en Grecia
y Roma, tanto para
obtener agua para el consumo como para evitar los riesgos que
conllevaban los asentamientos en entornos vulnerables. En China
la construcción de grandes motas en los ríos ya se hacía en el
siglo XII de modo que se intentaba hacer frente a las avenidas
monzónicas. También en España
destacan desde la Edad
Media la construcción de motas y embalses que regulasen los
ríos.
Actualmente las defensas
contra las inundaciones son muy avanzadas en los países
desarrollados. Los sistemas de prevención se basan en diques, motas,
barreras metálicas, embalses reguladores y mejora de la capacidad de
desagüe de los cauces fluviales. También los sistemas de alerta
ante situaciones peligrosas están muy desarrollados por medio de la
predicción meteorológica, la observación de los aforos fluviales
que determinan una alerta hidrológica y los sistemas de detección
de maremotos.
La defensa contra las
inundaciones marinas provocadas por las mareas está muy desarrollada
en los Países
Bajos donde una red de diques regulan las aguas tanto interiores
como exteriores. También Venecia
y Londres cuentan
con defensas similares. Los embalses reguladores son muy numerosos en
las regiones de clima mediterráneo como California
y el sur de Europa
y sirven para almacenar agua en tiempos de sequía y contener las
avenidas fluviales.
Otras actuaciones han ido
encaminadas a alejar el peligro de las ciudades mediante el desvío
del cauce fluvial dotándolo a su vez de mayor capacidad de desagüe,
como en Valencia
o Sevilla. La
canalización de ríos, como el Rin
o el Segura,
son obras de mayor envergadura que han llevado consigo un plan
integral para toda la cuenca (aumento de la capacidad de desagüe,
desvíos puntuales, reducción de meandros, construcción y
ampliación de embalses, etc.) Algunas de estas actuaciones han sido
controvertidas por sus efectos adversos, como la eliminación de
meandros en el Rin que ha favorecido la mayor rapidez en la onda de
crecida y por tanto su mayor virulencia.
La legislación ha avanzado mucho
prohibiendo la edificación en zonas perceptibles de ser inundadas en
un período
de retorno de hasta 100 años. La amplia cartografía ha
permitido conocer cuales son las zonas
de riesgo para su posterior actuación en el terreno. La
reforestación de amplias zonas en la cuenca alta y media de los ríos
también contribuye a minimizar el efecto de las fuertes lluvias y
por tanto de la posterior crecida. No obstante quedan zonas de
riesgo, básicamente urbanizadas antes de las leyes protectoras,
algunas de ellas de alto valor histórico-artístico como Florencia,
que ya sufrió una gran inundación en 1966.
En los países en desarrollo los
sistemas tanto de prevención, como de alerta y posterior actuación
están menos desarrollados, como se ha podido ver en los sucesivos
tifones que han asolado Bangladesh
o en el tsunami que ha arrasado diversas costas del sureste asiático.
Aun así la cooperación internacional está favoreciendo actuaciones
que conlleven una mayor seguridad para la población en estas zonas
de riesgo.
Inundaciones prehistóricas significativas
En la prehistoria
se produjeron grandes inundaciones en algunas zonas, como así lo
atestiguan los restos geológicos. Así, la formación de mares
cerrados como el Mediterráneo
o el mar Negro
se deben a movimientos tectónicos y cambios climáticos que
inundaron estas amplias zonas. El final de la edad
de hielo tuvo consecuencias determinantes en todo el globo con la
formación de nuevos lagos y mares en zonas que anteriormente no
ocupaba el mar.